No existen las enfermedades: la afirmación de Otto Warburg que cambió la medicina
En 1931, Otto Warburg recibió el Premio Nobel por descubrir cómo respiran las células. Pero su afirmación más audaz llegaría después: «No existen las enfermedades». Para muchos fue una provocación, pero él no hablaba de negar la enfermedad, sino de señalar que todas surgen cuando las células y su medio interno quedan fuera de equilibrio. Sus observaciones sobre la respiración celular revelaron que las células cancerosas cambian su metabolismo y prefieren la glucosa incluso en presencia de oxígeno, un fenómeno conocido como el efecto Warburg. Este hallazgo abrió una nueva forma de entender la salud: no basta con eliminar síntomas, hay que mirar cómo la célula obtiene energía y cómo se mantiene el entorno en el que vive.
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Un científico prodigio que desafió la salud
Otto Warburg nació en 1883, en una familia de físicos. Doble formación: obtuvo dos doctorados, en química y en medicina. A lo largo de su vida estudió cómo funcionan las células del organismo y llegó a una conclusión que cambió la visión de la salud. En su laboratorio observó que las células cancerosas se comportan de forma distinta a las sanas. Cuando no reciben oxígeno, cambian su metabolismo y “comen” glucosa. Este comportamiento se conoce como el «efecto Warburg». Aunque la medicina moderna no acepta todas sus ideas, su énfasis en el metabolismo celular y en el ambiente de la célula sigue influyendo en la investigación.
La teoría del desequilibrio interno y la dieta moderna
Warburg sostuvo que la mayoría de las enfermedades comienzan por un desequilibrio en el medio interno del organismo. Cuando el cuerpo se vuelve demasiado ácido, las células dejan de funcionar correctamente. La dieta moderna acelera este proceso: comida rápida, bebidas azucaradas, conservantes y un exceso de azúcar y sal generan un ambiente ácido. El cuerpo intenta compensarlo tomando calcio de los huesos y magnesio de los músculos; cuando estos recursos se agotan, pueden aparecer dolores articulares, fragilidad del cabello y de las uñas, y fatiga crónica. El alcohol agrava la acidificación: un solo vaso de refresco azucarado puede requerir decenas de vasos de agua para neutralizar su impacto en el equilibrio ácido-base.
Reglas simples para la vida: la guía práctica de Warburg
El día de Warburg empezaba con agua: un vaso en ayunas, y, en promedio, bebía al menos dos litros de agua al día. Las verduras frescas eran la base de su dieta, aliñadas solo con aceite de oliva y limón. Las meriendas incluían almendras, ricas en magnesio y calcio, y, a veces, espirulina para mejorar la sangre y la energía. La movilidad era fundamental: caminatas largas, subir escaleras en lugar del ascensor y buscar aire limpio en la naturaleza. En cuanto a la proteína, se aceptaban porciones moderadas de carne (no más de 150 g al día, preferentemente magra y cocida al vapor o hervida; la carne frita añade carga ácida). Entre las verduras alcalinas destacaban las coles de Bruselas, espárragos, calabacines, berenjenas y pimiento. El agua era la base de todos los procesos metabólicos, y se evitaban las bebidas azucaradas.
Legado, límites y una invitación a cuestionar
La medicina moderna no confirma todas sus afirmaciones: la idea de que cambiar el pH del cuerpo puede prevenir o curar enfermedades graves permanece en debate. El organismo humano sí dispone de potentes sistemas tampón que mantienen el pH de la sangre en rangos estrechos. Sin embargo, los principios de Warburg —comer más verduras, beber suficiente agua y moderar la comida procesada— encuentran eco en la nutrición actual. La relación exacta entre el desequilibrio ácido-base y el cáncer es compleja y multifactorial. Warburg vivió 86 años y siguió investigando con claridad hasta el final. Su avance en la comprensión de la respiración celular sigue siendo fundamental en la bioquímica. Y, como él decía: «El cuerpo humano es una obra maestra de la química». Con todo, nadie debe creer que estos principios por sí solos garantizan la ausencia de enfermedades; la salud depende de genética, entorno, estrés y edad. Pero un enfoque razonable hacia la alimentación y el estilo de vida puede mejorar el bienestar y reducir riesgos.