Los conejos con cuernos existen en la naturaleza: una leyenda que se convirtió en un hallazgo científico que salva vidas
Las grandes revelaciones a veces llegan por caminos inesperados. El «conejito con cuernos», que parecía sacado de una broma folclórica o de una postal junto a la lumbre, llevó a unos científicos a hacer preguntas serias. ¿De dónde salían esos cuernos y por qué aparecían en distintos lugares de la cabeza? En distintas culturas, a este animal se le conoce por nombres como кролень (krolén), jackalope, volpertinger, rasselbock y dahu, y su aspecto varía: a veces cuernos de ciervo; a veces alas, cola exuberante, colmillos o incluso cascos. Lo asombroso es que esa leyenda dio paso a un descubrimiento que ya ha cambiado la medicina: la realización de que ciertos crecimientos pueden ser causados por virus, y que ese mismo camino condujo a la vacuna contra el virus del papiloma humano (VPH).
In This Article:
Nombres y apariencias: el mundo de los conejos con cuernos
En cada rincón del mundo, a estos animales les asignan nombres distintos: кролень (krolén), jackalope, volpertinger, rasselbock y dahu. La descripción de su aspecto varía: en algunas leyendas se les dibuja como conejos con cuernos de ciervo; en otras, aparecen con alas, una cola opulenta, colmillos o incluso cascos. Por décadas la existencia de estas criaturas se trató con humor, y muchos taxidermistas mezclaban cuerpos de conejos con cuernos reales para hacer muñecos ficticios. Pero la historia no era sólo folklore; estaba a punto de convertirse en ciencia.
Del mito a la ciencia: el hallazgo de 1930 y la hipótesis viral de Shope
En la década de 1930, cazadores estadounidenses comenzaron a traer a casa conejos con crecimientos extraños en la cabeza: no alas ni dientes, sino protuberancias rígidas que parecían cuernos y que capturaron la imaginación de todos. El virólogo Richard Shope examinó varios ejemplares y concluyó que esos cuernos no eran cuernos reales, sino crecimientos provocados por un virus. Los crecimientos variaban en lugar de la cabeza, en número y en forma; no había un patrón único. Con el tiempo, esos crecimientos se cayeron y nunca volvieron a crecer; los animales parecían sanos. Shope desarrolló un experimento clave: molió restos de esos crecimientos, los convirtió en polvo y filtró para eliminar bacterias. Frotó la sustancia en la piel sana de otros conejos; para sorpresa de todos, allí también surgieron cuernos. Estas pruebas mostraron dos avances: primero, que los tumores pueden ser causados por virus; segundo, que los conejos pueden servir como modelo de laboratorio para estudiar virus. Más tarde, se descubrió que el virus de los conejos era similar al virus del papiloma humano (VPH). Esa similitud permitió el desarrollo de vacunas contra el VPH que salvan millones.
La ciencia en la naturaleza y su legado: del virus del conejo a la vacuna contra HPV
En la naturaleza, el papilomavirus de los conejos ha existido durante mucho tiempo en poblaciones de conejo y se transmite entre individuos a través de picaduras de insectos; normalmente no causa daño grave y los crecimientos caen con el tiempo. En casos raros, cuando el sistema inmunológico está débil, los crecimientos pueden formarse en sitios aleatorios y dificultar la nutrición; el conejo puede morir no por la infección sino por desnutrición. Ocasionalmente, hay brotes que llaman la atención de los cazadores; a veces los medios hablan de 'conejos-zombies' en redes sociales, pero los científicos aseguran que no hay peligro para los humanos y que no buscan a las personas. La lección central es que entender la naturaleza viral de estas lesiones abrió la puerta a vacunas. El VPH humano comparte parentesco con ese virus de los conejos, y de esa historia se desarrolló la vacuna que hoy protege a millones. Si ves un conejo con cuernos en la naturaleza, toma una foto y agradece su papel en la historia de la medicina.