La Kumari de Nepal: una niña de 2 años eleva la devoción a un ritual que redefine la infancia
En el festival más largo y significativo de Nepal, una niña de apenas 2 años y 8 meses fue escogida para convertirse en Kumari, la diosa viviente venerada tanto por hindúes como por budistas. Aryatara Shakya fue trasladada desde su casa, en un estrecho callejón de Katmandú, hasta el palacio del templo para iniciar un papel que une poder ceremonial y una infancia bajo normas extraordinarias. La Kumari es una figura sagrada cuyo estatus permanece hasta la pubertad; tras ese umbral, la diosa supuestamente regresa a la condición mortal. Se viste de rojo, se peina con topknots y se pinta un “tercer ojo” en la frente, símbolos que acompañan su vida de separación de lo común. Este rito de paso llega en pleno Indra Jatra y encaja en una temporada de celebraciones que también incluye Dashain y Tihar. La comunidad ve en ella un puente entre dos tradiciones milenarias y, para muchos, un recordatorio de lo que Nepal valora como cultura y fe.
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Cómo se elige a la Kumari: criterios, linaje y privilegios
Las Kumaris son seleccionadas entre niñas de 2 a 4 años pertenecientes a la comunidad Newar, específicamente de la casta Shakya del Valle de Katmandú. Las candidatas deben cumplir criterios estrictos: piel, cabello, ojos y dientes inmaculados, y no deben temer a la oscuridad. La elección no solo otorga un estatus ceremonial; significa un lugar elevado dentro de la familia y del clan Shakya. Aunque la posición es de honor, la vida de la Kumari está cuidadosamente controlada y se rige por rituales y responsabilidades que limitan su libertad cotidiana.
La procesión y el reinado: Indra Jatra, Dashain y la bendición presidencial
Durante Indra Jatra, la Kumari salía en un carro tirado por devotos y era mostrada en las calles de Katmandú. Estas festividades marcan el inicio del ciclo de celebraciones que incluye Dashain y Tihar. Este año, el martes marcó el octavo día de Dashain, una celebración de 15 días que cierra oficinas y escuelas mientras las familias se reúnen. Vecinos y peregrinos hacían fila para tocar las frentes de la Kumari y ofrecerle flores y donaciones; ella bendecirá a los devotos, incluido el presidente, en un día cercano. La historia reciente recuerda a Trishna Shakya, la Kumari anterior, quien a los 11 años dejó el cargo en 2017 al regresar a la vida mortal, siendo porteada fuera de los límites del templo en un palanquín por su familia y seguidores. Su partida simboliza el fin de un ciclo para una niña que dio sentido a una creencia muy arraigada.
Una vida de encierro y los cambios graduales
La vida de una Kumari es de aislamiento: pocas amigas, salidas limitadas y solo viajes esporádicos fuera del recinto para festividades. Esta restricción forma parte de la tradición y del significado del papel que ocupan. Según el folclore nepalí, los hombres que se casan con una Kumari mueren jóvenes, lo que ha contribuido a que muchas Kumaris permanezcan solteras. En años recientes, las prácticas se han ido flexibilizando: algunas Kumaris pueden recibir educación de tutores privados dentro del palacio y, en algunos casos, se les permite ver la televisión. El gobierno ha introducido una pensión para Kumaris retiradas, aproximadamente 110 dólares al mes, un ingreso que está por encima del salario mínimo y que busca reconocer, al menos en parte, su servicio y dedicación.
Tradición frente a derechos modernos: lo que significa la Kumari para Nepal y para sus niñas
La Kumari es un símbolo poderoso de Nepal, que une a comunidades hindúes y budistas en una misma devoción. Su figura refleja una forma de legitimidad y de continuidad, pero también plantea preguntas sobre derechos, educación y autonomía infantil. La familia de la Kumari obtiene un estatus social elevado dentro de su clan, y la nueva Kumari bendecirá a la nación con su presencia. Al mismo tiempo, el país busca equilibrar preservación cultural y derechos de las niñas, permitiendo educación, atención médica y cierta normalidad en la vida de estas jóvenes cuando ya no custodian este rol sagrado. Aryatara Shakya, la nueva Kumari, representa un punto de encuentro entre tradición y modernidad: una nación que mira hacia su pasado sin perder de vista el futuro de las niñas y sus derechos.