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Ford y el Nucleon: el coche nuclear que nunca debió existir

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En la década de los cincuenta, la promesa de la Edad Atómica oscilaba entre el progreso y el miedo. Ford abrazó esa fantasía y, en 1958, presentó un prototipo a escala 3/8 del Nucleon: un coche familiar con un reactor nuclear en el maletero. Era una idea radical, casi peligrosa en su ambición: un vehículo que, teóricamente, podría recorrer miles de millas gracias a un único núcleo. El diseño, a cargo de Jim Powers, se inspiró en los submarinos nucleares. La fisión produciría calor para convertir agua en vapor, que accionaría turbinas para alimentar los motores. La cabina viajaba al frente, bajo una gigantesca cúpula —un aire de Jetsons— y el plan era convertir a las gasolineras en estaciones de reactores. En esa visión, un día podrías viajar sin parar para repostar, simplemente cambiando el núcleo en una estación de reactores. Se contemplaban núcleos de distinto tipo para mayor alcance o rendimiento —un guiño a una movilidad absolutamente desatada—.

Ford y el Nucleon: el coche nuclear que nunca debió existir

Una fantasía de la Edad Atómica

La idea de Nucleon se basaba en el principio de los submarinos nucleares: la fisión generaba calor para vapor de agua que movía turbinas y alimentaba los motores. Ford imaginó un alcance teórico de más de 5,000 millas con un solo núcleo. La visión incluía estaciones de servicio de reactores, no de gasolina, como parte de una movilidad radicalmente diferente. El diseño buscaba un futuro donde la energía nuclear impulsara la vida cotidiana, no solo la marina o la electricidad de gran escala. El concepto, aunque fascinante, chocaba con la realidad: ingeniería, seguridad y gestión de residuos quedaban sin resolver en aquella década prodigiosa y temeraria.

Una fantasía de la Edad Atómica

La ingeniería y la seguridad: ¿qué impidió su realidad?

Pero la física imponía límites cuando la curiosidad se volvía carretera. Para aislar a los ocupantes de la radiación, el reactor habría de rodearse con un contenedor de plomo y otros materiales densos de aproximadamente un pie de espesor en todas las direcciones. Eso deterioraba la manejabilidad y la maniobrabilidad, y haría inviable un coche ágil en curvas. Además, incluso un choque menor podría convertirse en un desastre radiológico local. En pocas palabras: lo que parecía posible en un render no aguantaba la prueba de la física ni de la seguridad pública.

La ingeniería y la seguridad: ¿qué impidió su realidad?

El modelo quedó en la historia y su legado

El Nucleon nunca fue más que una maqueta. El prototipo original permanece en el Museo Henry Ford de Dearborn, Michigan, como una hermosa pero inalcanzable escultura de un sueño audaz. Su influencia va más allá de la vitrina: inspiró una estética retro‑futurista que aparece en la cultura popular, especialmente en la saga Fallout. En ese mundo, coches nucleares de diseño nostálgico se explotan en una pequeña nube de hongo, un comentario sombrío sobre el peligro subyacente a la idea original.

El modelo quedó en la historia y su legado

Lecciones para hoy: entre optimismo y seguridad

Hoy, la energía nuclear aparece como opción limpia en ciertos contextos, pero quizá no dentro de un coche. A medida que los vehículos eléctricos ganan terreno, la idea de enchufar reactores en las carreteras se siente aún más improbable. El Nucleon, más que un coche, es una cápsula del tiempo: una muestra de la promesa infantil de la tecnología y un recordatorio de que el progreso debe ir acompañado de un escrutinio riguroso de seguridad y ética.

Lecciones para hoy: entre optimismo y seguridad