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Este centro comercial es ahora el edificio más grande del mundo: un país entero bajo un techo y una playa artificial

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En Chengdu, al suroeste de China, se alza un complejo que parecía una ciudad entera bajo un techo: el Global Center «New Century». Con 1,7 millones de metros cuadrados de superficie, fue presentado como el edificio más grande del mundo y dentro de sus muros se prometía vivir, trabajar y divertirse como en una ciudad autónoma. La inversión para construirlo no se reveló, pero las cifras claramente superan cualquier cifra modesta: un proyecto multimillonario que marcó época. Su inauguración llegó rodeada de polémica: el dueño, un magnate local, desapareció y la apertura oficial fue cancelada, dejando al mundo mirando un gigante sin dueño. Este relato es una ventana a la ambición y a veces a la sombra que acompaña a las megaconstrucciones en China.

Este centro comercial es ahora el edificio más grande del mundo: un país entero bajo un techo y una playa artificial

Un monstruo urbano de 1,7 millones de m2: cuatro zonas y promesas descomunales

La obra nació en la Nueva Área Tianfu de Chengdu, al sur del centro histórico, con la visión de convertirse en el eje económico, social y cultural de Sichuan. Se planearon 51 proyectos industriales por unos 23 mil millones de dólares, 24 proyectos de servicios por 12 mil millones y 29 infraestructuras por 6 mil millones. Las zonas debían especializarse en inteligencia artificial, biomedicina y energía limpia. Se añadió un nuevo aeropuerto y un entorno rodeado de barrios residenciales y distritos de negocios. Para la cultura, se esperaba un Centro de Arte Contemporáneo creado por una oficina de Zaha Hadid, y, por supuesto, todo lo demás quedaba dentro del New Century Global Center, un centro de compras y ocio sin parangón.

Un monstruo urbano de 1,7 millones de m2: cuatro zonas y promesas descomunales

Dentro de la muralla: vivir, trabajar y divertirse sin salir

El complejo está organizado en cuatro zonas principales: compras, administración, hoteles y ocio. La zona de compras ocupa 400.000 m2, con un hipermercado, el gran centro comercial de la cadena coreana Lotte y cientos de tiendas para todos los gustos. La zona administrativa alberga oficinas de 18 plantas. La zona de hotelería incluye dos hoteles de cinco estrellas, entre ellos el InterContinental de Chengdu. En el centro se encuentra el parque acuático cubierto y el acuario; además, la playa artificial con piscina y olas, y un gigantesco panel LED que mostraba el tiempo y paisajes. Todo ello rodeado por una recreación de una aldea mediterránea y una brisa marina artificial.

Dentro de la muralla: vivir, trabajar y divertirse sin salir

El dueño y la caída: Deng Hong y el escándalo que apagó la apertura

La empresa a cargo era Entertainment and Travel Group (ETG), propiedad del magnate Deng Hong. La construcción se completó en tres años, pero la apertura prevista para 2013 se pospuso y luego se supo que Deng Hong había sido detenido en el aeropuerto de Chengdu. En diciembre de 2013 se confirmó que estaba en la cárcel de Xiang’an, enfrentando cargos por adquisición ilegal de tierras, falsificación de documentos, evasión de impuestos y fraude para obtener créditos; decenas de funcionarios provinciales también fueron detenidos. Fue liberado en 2017; ETG cambió de orientación hacia la venta de vino, y muchos proyectos quedaron en el aire. El Global Center quedó como un testimonio ambiguo de esa época de grandes sueños y riesgos.

El dueño y la caída: Deng Hong y el escándalo que apagó la apertura

Legado y lección: ambición, poder y riesgo en la China de megacontracciones

La historia revela la velocidad de la China de megaconstrucciones: tres años para erigir un centro que parece un país dentro de otro país, y la magnitud de las inversiones que rara vez se divulgan por completo. La apertura cancelada y la caída del magnate muestran el riesgo que acompaña a la combinación entre poder local y financiamiento opaco. Hoy, el lugar sigue funcionando como centro comercial y de ocio, pero su promesa de convertir Chengdu en un hub global queda a medias. La lección es clara: la ambición debe ir acompañada de gobernanza, transparencia y responsabilidad para que las grandes obras sirvan a la gente, no solo a las cifras.

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