Entre mar y memoria: Suwaidi Pearls no es un museo, es una odisea milenaria donde una perla puede costar más que una casa
Fui a Suwaidi Pearls esperando un museo al aire libre. En su lugar, encontré una historia viva de siglos: la perla como motor de economía, tradición y riesgo. El Golfo de Arabia fue durante mucho tiempo la principal región productora de perlas: ostras grandes, perlas con brillo intenso y forma casi perfecta, exportadas a Europa y América. A principios del siglo XX, la industria cambió con la llegada de otras energías y la experimentación, y la perla natural se volvió cada vez más rara. Y lo más sorprendente: para encontrar una perla, hay que revisar cerca de 10.000 ostras.
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Un paseo en dhow hacia la granja: la cuna de la perla en el Golfo
La excursión comenzó con una travesía en dhow, un barco árabe tradicional, y me uní a un pequeño grupo de turistas. Nos acomodamos en bancos de madera, tomamos café árabe y navegamos entre manglares hacia las camas de ostras. El guía Bilal, vestido con la ropa tradicional, relató con entusiasmo la historia del comercio de perlas en la región.
La extracción tradicional: buzos, herramientas y un riesgo extremo
Lo que más me impresionó fue el proceso de extracción: no solo es difícil, es peligroso. Para que pueda entenderlo, el guía me ató a la pierna una piedra para acelerar el descenso, me colocó un dispositivo de nariz hecho de caparazón de tortuga —un accesorio tradicional— y me entregó una cesta trenzada para recoger las ostras. Buceaban a profundidades de 10 a 30 metros, conteniendo la respiración 1–2 minutos, y repetían este ciclo entre 30 y 50 veces al día. La tarea era extremadamente arriesgada por la mínima cantidad de equipo disponible.
Del buceo antiguo al cultivo moderno: la granja que invita a los moluscos
Hoy, en Suwaidi Pearls, el proceso está más controlado: las ostras viven en contenedores negros, que el guía describe como una especie de anestesia, para que estén tranquilas mientras se trabaja en ellas. Después de un mes, con herramientas finas, se implanta una diminuta esfera de nácar en la concha y se vuelve a sumergir en el agua. Todo se realiza a mano para minimizar el estrés de la ostra, y el resultado depende de si la ostra acoge el núcleo o lo expulsa. Durante la demostración, se mostraron ostras que habían recibido el implante dos años antes. Tuve la oportunidad de elegir una y abrirla ante todos: si contenía perla, me quedaba con ella.
La experiencia completa: descubrimiento, ciencia y compromiso ecológico
La perla apareció. Mi emoción fue indescriptible. La colección de la granja incluía perlas naturales y cultivadas, así como un Corán decorado con perlas. El guía compartió trucos para distinguir la perla real de las falsas: el brillo natural refracta la luz en múltiples direcciones y parece brillar desde dentro, mientras que el brillo artificial es más superficial. La granja opera de forma ecológica, usando paneles solares y cuidando el entorno marino; si estás en Ras al-Khaimah, vale la pena visitarla para ver cómo historia y modernidad se abrazan, y cómo cada perla es un recuerdo salino de los profundos secretos del mar.