Entre dioses y visiones: los Mayas y el uso de sustancias para tocar lo divino
La civilización maya floreció en Mesoamérica desde aproximadamente 2000 a. C. hasta 1500 d. C., y poseía una comprensión profunda del mundo natural y del reino espiritual. Sus prácticas rituales estaban entrelazadas con sustancias que se consideraban sagradas y que servían para facilitar la comunicación con lo divino, obtener conocimientos espirituales y conectarse con lo sobrenatural. Estas sustancias formaban el núcleo de la vida ceremonial maya, y sus ritos eran guiados por chamanes y sacerdotes que buscaban mantener el equilibrio entre la comunidad, la naturaleza y el cosmos.
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Peyote: la planta sagrada y sus visiones
Entre las sustancias rituales más destacadas se encuentra el peyote (Lophophora williamsii), un pequeño cactus sin espinas que contiene mescalina. En las ceremonias mayas, el peyote se empleaba para comunicarse con el mundo de los espíritus y recibir orientación divina. Su consumo era ritualizado y se realizaba, a menudo, como bebida o masticando el cactus seco. Los efectos de la mescalina producían estados alterados de conciencia: visiones intensas, sensaciones ampliadas y un sentido de conexión con lo sagrado. Los chamanes actuaban como guías, interpretando los mensajes recibidos. Los rituales de peyote se llevaban a cabo en templos o centros ceremoniales y formaban parte de un marco más amplio de sanación, armonía con la naturaleza y bienestar comunitario.
Tabaco: purificación, ofrenda y conexión espiritual
El tabaco (Nicotiana tabacum) era considerado sagrado y se empleaba tanto por sus efectos psicoactivos como como ofrenda a los dioses. Se fumaba en pipas o se enrollaba en puros durante ceremonias; el humo purificaba el espacio ceremonial y creaba una atmósfera sagrada para la interacción espiritual. El tabaco también tenía usos medicinales y adivinatorios: a veces se ingería o se empleaba en enemas para aliviar dolencias y promover el bienestar espiritual. Además, el tabaco participaba en prácticas de adivinación y curación dentro de la tradición maya.
Otras sustancias y prácticas: semillas alucinógenas, hongos, balché y copal
Las semillas de Ipomoea spp. (gloria matutina) se usaban por sus propiedades alucinógenas; contienen ácido lisérgico amida (LSA), precursor del LSD, y se consumían para inducir estados de conciencia y visiones. Las semillas de Datura spp. se empleaban por sus potentes efectos delirantes, ya sea ingeridas o usadas en ungüentos durante rituales y prácticas chamánicas. La cuestión de los hongos alucinógenos en la Maya es objeto de debate: existen teorías y evidencia fragmentaria de psilocibina, pero no hay pruebas tan consistentes como las de peyote o tabaco. Algunas representaciones en murales y cerámica podrían aludir a hongos. La influencia de las prácticas vecinas también es relevante: en Zapotecas y Mixtecas, los hongos habrían formado parte de tradiciones espirituales y curativas. En cuanto a bebidas, balché, una bebida fermentada a partir de la corteza del árbol balché, se bebía en festividades para facilitar la comunicación con lo sagrado; otras bebidas fermentadas incluían jugos de frutas y mieles. El copal, resina aromática, se quemaba como incienso para purificar el espacio ceremonial; las enemas se usaban con fines medicinales y rituales, administradas por sanadores.
Rituales estructurados y legado cultural
Estos ritos estaban guiados por chamanes y sacerdotes expertos, que actuaban como intermediarios entre humanos y dioses. Se realizaban en templos y centros ceremoniales, decorados de forma ceremonial, con cantos, música y danzas, para mantener el orden cósmico y el bienestar de la comunidad. La herencia cultural de estas prácticas continúa en algunas comunidades indígenas y se observa, en mayor o menor medida, en las tradiciones mesoamericanas vecinas. La evidencia de su uso varía según la sustancia: peyote y tabaco están bien documentados; la presencia de hongos es discutida; la investigación continúa. En conjunto, revelan una cosmovisión maya en la que la experiencia interior se transforma en ritual público que sostiene la relación entre los mayas, la naturaleza y lo divino.