El plan de Bill Gates para una identidad digital universal: una pesadilla orwelliana
Bill Gates, magnate y filántropo de la tecnología, impulsa una identidad digital universal: un código que permita a cada persona acceder a dinero, salud y servicios del gobierno. En septiembre, la Gates Foundation destinó 10 millones de dólares para construir un sistema de identidad digital universal respaldado por un hub de inteligencia artificial en Senegal, como parte de una iniciativa global de 200 millones de dólares con metas para 2028. Sus defensores dicen que es progreso; sus críticos advierten de vigilancia, exclusión y control encubierto.
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La promesa de DPI: inclusión y eficiencia o control encubierto
El proyecto se llama Digital Public Infrastructure (DPI): una red que une identificaciones, sistemas de pago y plataformas de datos. Gates lo describe como lo que para el mundo digital serían carreteras, puentes y líneas eléctricas: una estructura que conecta a las personas, datos y dinero. Las identificaciones pueden guardarse en tarjeta física, en el móvil o en un sistema online que verifica huellas o iris. Sin embargo, algunos advierten que esa tecnología podría terminar en la marca de personas con microchips o nano-cristales, tatuajes de puntos cuánticos incrustados en la piel.
El costo humano: exclusión, errores y muertes
El mejor ejemplo citado es Aadhaar, el ID biométrico de 12 dígitos de India que vincula huellas y escaneo de iris con registros gubernamentales. Gates lo llamó “una forma segura para más de mil millones de indios de probar su identidad, abrir cuentas y recibir beneficios directamente.” Pero la realidad ha sido dura: en las regiones más pobres, miles perdieron ayudas por fallos de lectores o bases de datos. En Jharkhand, Mangri Pahnain y su hijo quedaron sin pensión cuando la huella no se autenticó. Investigaciones señalan al menos una docena de muertes por desnutrición vinculadas a fallos de Aadhaar; en Jharkhand, 760.000 tarjetas de ración fueron canceladas por no estar vinculadas. Privacy International documentó casos en que una mujer murió por no tener Aadhaar. En Uganda, el sistema Ndaga Muntu dejó a ancianos y enfermos sin atención cuando fallaban los biométricos. En Kenia, el programa Huduma Namba obligó a minorías étnicas a pagar más o viajar largas distancias para inscribirse; algunos quedaron fuera. Incluso cuando funciona, estas IDs pueden servir para vigilancia masiva y control migratorio o político si los datos biométricos se centralizan.
Poder, vigilancia y dilemas éticos
Los críticos advierten que el poder crece cuando el Estado controla datos biométricos. Incluso cuando falla, la centralización facilita la vigilancia. La ACLU advierte: “Ningún sistema es inmune al fallo; hemos visto gobiernos y gigantes tecnológicos que no protegen datos.” Con IA, el rastreo se extiende y un sistema que permita rastrear al usuario cada vez que use su carnet de conducir sería, según Jay Stanley, una “pesadilla orwelliana.” Elizabeth Renieris, abogada de derechos digitales y exmiembro de ID2020, renunció en 2020 denunciando “tecnosolucionismo” y fe ciega en blockchain; su salida expuesta el choque entre tecnólogos y defensores de la privacidad. Críticos de Gates, como Vandana Shiva y RFK Jr, denuncian filantro-imperialismo y advierten sobre controles totalitarios en crisis climáticas, migratorias o sanitarias, citando ejemplos como las llamadas ‘Great Reset’ conspirativas.
La realidad global y el futuro: éxitos, reformas y debates
Sin embargo, existen ejemplos reales de progreso. Casi 4 mil millones de personas ya tienen algún ID digital, y esa cifra podría llegar a 6,5 mil millones para 2026. Estonia, con su e-ID considerado uno de los sistemas más seguros, permite banca, voto y atención médica con alta vigilancia ciudadana. Brasil, con Pix, ha integrado a millones en la economía formal. Muchos gobiernos trabajan en sistemas nacionales o transfronterizos. En India, Aadhaar ha sido reformado para mejorar la protección de la privacidad, y la Suprema Corte ha limitado usos y endurecido las leyes de datos. Gates sostiene: “El futuro es digital. Los países que inviertan en sistemas digitales fuertes obtendrán beneficios: acceso más rápido y equitativo a servicios, mejor atención sanitaria, inclusión económica y respuesta ante crisis.” Aunque Gates afirma que DPI incluye salvaguardas, el debate continúa: ¿inclusión y eficiencia o vigilancia y pérdida de privacidad? El desafío es diseñar DPI de forma que proteja a las personas ante abusos y no concentre poder en manos de gobiernos y grandes tecnológicas.