Detrás de una pared a 290 metros: una sala de cristales de 26 millones de años que podría desmoronarse con cada respiro
En 2000, dos mineros mexicanos perforaron una pared a 290 metros de profundidad y, al abrirla, el aire liberó una temperatura de 58 °C y una humedad cercana al 100%. Aun así, miraron hacia dentro. Lo que vieron no era una simple anomalía geológica: era un salón entero de cristales que crecen desde el suelo, las paredes y el techo, con piezas que alcanzan longitudes de hasta 11 metros. Hoy, esa cueva es una de las más peligrosas y hermosas de la Tierra, y cada minuto dentro de ella amenaza con borrar lo que la naturaleza llevó 26 millones de años creando.
In This Article:
- El hallazgo inesperado: calor extremo, humedad infinita y un salón de cristales que nadie había visto
- La cueva frente a los límites humanos: calor extremo, trajes de enfriamiento y un costo humano
- Cómo se formaron y cuán grandes son: cristales de hasta 11 metros y 55 toneladas
- Preservación vs conocimiento: ¿cerrar la cueva o estudiarla?
El hallazgo inesperado: calor extremo, humedad infinita y un salón de cristales que nadie había visto
Juan y Pedro Sánchez solo querían terminar la jornada y salir de la mina Naica, al norte de México. Mientras trabajaban en un nuevo túnel y bombeaban agua, una capa de caliza se desplomó, y del hueco emergió un vapor tan caliente que les quitó el aliento. Encendieron las linternas y se encontraron rodeados por un bosque de cristales blancos, que crecían desde el piso, las paredes y el techo. El ingeniero Roberto González entendió de inmediato que aquello no era una simple anomalía geológica: era una noticia científica de alcance global. Ordenó cambiar la ruta del túnel para no dañar la cavidad y avisó a la comunidad científica. Así nació la Cueva de los Cristales, un lugar que desafía la imaginación y el tiempo.
La cueva frente a los límites humanos: calor extremo, trajes de enfriamiento y un costo humano
La temperatura dentro oscila entre 54 y 58 °C y la humedad se acerca al 100%. En esas condiciones, incluso los pulmones de una persona condensan la humedad y, tras 10–15 minutos, respirar se vuelve imposible. Los científicos trabajan con trajes de enfriamiento y suministro de aire autónomo, y nadie puede permanecer dentro más de 45 minutos. Un minero que intentó entrar de forma clandestina para robar cristales no logró salir; su cuerpo fue encontrado junto a un fragmento de selenita que intentaba llevar.
Cómo se formaron y cuán grandes son: cristales de hasta 11 metros y 55 toneladas
Debajo de la mina Naica, a 5 kilómetros de profundidad, existe un foco magmático. Hace 26 millones de años, la gran cantidad de agua caliente y mineralizada llenó las cavidades subterráneas. A temperaturas superiores a 58 °C se formó la anhidrita; cuando el agua se enfrió, la anhidrita se disolvió y cristalizó como selenita, una variedad de yeso. Los cristales crecían a milímetros durante milenios. En la Cueva de las Espadas, los cristales no superan un metro debido a un enfriamiento más rápido; aquí, en Naica, se alcanzaron longitudes de hasta 11 metros y un peso de 55 toneladas, los mayores conocidos en la Tierra. Desde su descubrimiento, la cueva ha estado condenada: el bombeo que deseca la mina priva a la piedra de su humedad natural, y sin agua, la selenita se vuelve opaca y se desmorona. Cada respiración de un visitante acelera la destrucción.
Preservación vs conocimiento: ¿cerrar la cueva o estudiarla?
En 2015 se suspendió la extracción de la mina, pero los sistemas de bombeo siguen funcionando, ya no para extraer, sino para la ciencia. Paradoja: para salvar la cueva, a veces hay que inundarla para conservarla, y entonces se perdería para siempre si no se documenta. Los científicos ya crearon una réplica digital en 3D, pero es solo una sombra de la realidad. Dos posturas enfrentadas dominan el debate: unos proponen sellar la cueva y devolverla al agua para conservarla para las generaciones futuras; otros sostienen que el conocimiento debe primar y que, mientras exista la oportunidad, la cueva debe estudiarse. La naturaleza trabajó mucho más tiempo que la civilización humana; en apenas dos décadas, podríamos destruirla. ¿Qué debemos hacer: conservarla tal como es, o revisar y aprender de ella, incluso si eso la condena a desaparecer?