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De la solidaridad a la ruina: una mujer de Basauri pierde su casa tras acoger a un migrante sin hogar

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Lo que empezó como un acto de solidaridad terminó en una pesadilla. Estíbaliz Kortazar Errecatxo, una mujer de Basauri, alquiló una habitación a un migrante sin hogar procedente del Norte de África para poder pagar las cuentas. El alquiler era de 350 euros al mes. Hoy ya no tiene casa: el inquilino se quedó con la vivienda y Estíbaliz vive con su familia, mientras él sigue ocupando la vivienda.

De la solidaridad a la ruina: una mujer de Basauri pierde su casa tras acoger a un migrante sin hogar

Un acuerdo que parecía ganar-ganar: veinte años de esfuerzo y una solución temporal

Estíbaliz trabajó veinte años para, por fin, comprar su propia casa. A finales de 2023, para cubrir gastos, alquiló una habitación a un migrante de 48 años, a través de la organización de ayuda a personas sin hogar donde era voluntaria. El precio era de 350 euros al mes. Al principio parecía una solución ganar-ganar: Estíbaliz podía pagar la vivienda y el migrante tenía un techo para vivir.

Un acuerdo que parecía ganar-ganar: veinte años de esfuerzo y una solución temporal

La convivencia se convirtió en un infierno: insultos, ruidos y falta de pago

La convivencia pronto se volvió insoportable. El migrante la insultaba y la trataba con palabras degradantes, y la veía mientras él miraba pornografía. Mantenía las luces encendidas todo el tiempo, ponía la televisión a volumen alto por la noche, no recogía nada y ni siquiera pagaba la electricidad. Cuando el contrato terminó en enero de 2025, se negó a abandonar la vivienda. En un intento de mediación, el migrante mordió al mediador en la cara, dejando diez puntos de sutura. El 1 de enero llamó a la policía, pero sin una orden judicial los agentes no pudieron actuar.

La convivencia se convirtió en un infierno: insultos, ruidos y falta de pago

Vivir con miedo y con la factura: ¿qué puede hacerse cuando la ayuda sale mal?

Hoy Estíbaliz sigue pagando los gastos fijos y la electricidad, mientras el inquilino no paga. Ella espera justicia y una legislación mejor para personas en su situación. “Pensé que hacía algo bueno. Ahora me siento robada, humillada y amenazada.” Además, reclama políticas que protejan a quienes, como ella, abren su hogar para ayudar a otros.

Vivir con miedo y con la factura: ¿qué puede hacerse cuando la ayuda sale mal?